En la actualidad, cada vez son más asiduos los intentos revisionistas acerca de la Historia como ciencia, disciplina científica, académica o como se la pretenda llamar ahora. Erigida como ciencia por emplear un método científico, cojea de objetivismo, se trata de una ciencia en la que encontramos tantas verdades como observadores haya, los historiadores construyen teorías más o menos creíbles a raíz de la investigación de una serie de datos. Si es difícil hallar toda la información acerca de lo que escribimos más difícil es tratar con la poca que tenemos. Ahora se tiende a la llamada Historia Total, lo más libre posible de subjetividad y parcialidad.
De estos intentos por lograr la imparcialidad, mana la tendencia de acabar con aquello de que los vencedores o los poderosos escriban Historia. Nadie duda de quien ha escrito siempre la Historia, aquello que dijo Allende, “la Historia es nuestra la hacen los pueblos”, carece de la certeza que quisiéramos que tuviera por desgracia.
Muchos son los teóricos de la Historia los que coinciden en la pérdida de peso de ésta en la educación, la cultura y en definitiva en el mínimo de conocimientos básicos que debe de conocer la sociedad. E.J. HOBSBAWM, en su Historia del siglo XX comentó lo siguiente:
“La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a los historiadores, cuya tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayor trascendencia que la que han tenido nunca, en estos años finales del segundo milenio.”
Si mezclamos la creciente pérdida de conocimiento histórico con trabajos “objetivos” como el nuevo Diccionario Biográfico español, el resultado nos dará una sociedad dirigida a creer sola y exclusivamente lo que más nuevo se le diga sobre el pasado o sobre cualquier otra cosa. Es muy peligroso jugar con el conocimiento histórico y sobre todo dada su importancia, como aquello que P. Valery dijo de que “la Historia es el arma más peligrosa que la química del intelecto humano haya creado jamás”, y no le faltaba razón. Cuando el sistema educativo falla y las personas otorgan
mayor credibilidad a los medios de información, se cae cae cada vez más en la ignorancia y en el desconocimiento.
Actualmente somos la tercera y la cuarta generación de aquellos que padecieron en sus carnes la Guerra Civil, la segunda generación de los que vivieron el Franquismo y estudiaron en su sistema educativo; la huella es reciente pero si dejamos que se borre sólo quedarán las especulaciones y las mentiras que circulan como falsedades. En el futuro Franco será considerado como autoritario y no totalitario así como un valiente católico y héroe de guerra que derrocó a un sistema antimonárquico y extremista y no siendo una auténtica máquina de matar librepensadores e inocentes.
Es muy duro ver cómo en plena crisis y con unos cuantos millones de parados y de familias en números rojos se destinen 6,4 millones de euros en elaborar un trabajo científico, divulgativo y destinado al conocimiento y a la educación conteniendo una verdad maquillada bajo ciertos intereses. La cuestión no se trata de posicionarse y decir que la II República es lo mejor que haya pasado en España o que Franco era autoritario y no totalitario, se trata de impartir veracidad de mostrar pros y contras, causas y consecuencias, victorias y derrotas…
Muchísimas personas viven con la esperanza de poder recuperar una memoria difusa e incluso borrada por el paso del tiempo y por unos intereses de lo más parciales posible. Si se las pisa, se apagará la llama que alumbra la esperanza de poder ver que al fin se hace justicia, y por resistir que no falte. Podrán quitarse de en medio vías para recuperar el pasado pero al igual que con los ideales nunca borrarán de los corazones la búsqueda de verdad, justicia y reparación.
De estos intentos por lograr la imparcialidad, mana la tendencia de acabar con aquello de que los vencedores o los poderosos escriban Historia. Nadie duda de quien ha escrito siempre la Historia, aquello que dijo Allende, “la Historia es nuestra la hacen los pueblos”, carece de la certeza que quisiéramos que tuviera por desgracia.
Muchos son los teóricos de la Historia los que coinciden en la pérdida de peso de ésta en la educación, la cultura y en definitiva en el mínimo de conocimientos básicos que debe de conocer la sociedad. E.J. HOBSBAWM, en su Historia del siglo XX comentó lo siguiente:
“La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a los historiadores, cuya tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayor trascendencia que la que han tenido nunca, en estos años finales del segundo milenio.”
Si mezclamos la creciente pérdida de conocimiento histórico con trabajos “objetivos” como el nuevo Diccionario Biográfico español, el resultado nos dará una sociedad dirigida a creer sola y exclusivamente lo que más nuevo se le diga sobre el pasado o sobre cualquier otra cosa. Es muy peligroso jugar con el conocimiento histórico y sobre todo dada su importancia, como aquello que P. Valery dijo de que “la Historia es el arma más peligrosa que la química del intelecto humano haya creado jamás”, y no le faltaba razón. Cuando el sistema educativo falla y las personas otorgan
mayor credibilidad a los medios de información, se cae cae cada vez más en la ignorancia y en el desconocimiento.
Actualmente somos la tercera y la cuarta generación de aquellos que padecieron en sus carnes la Guerra Civil, la segunda generación de los que vivieron el Franquismo y estudiaron en su sistema educativo; la huella es reciente pero si dejamos que se borre sólo quedarán las especulaciones y las mentiras que circulan como falsedades. En el futuro Franco será considerado como autoritario y no totalitario así como un valiente católico y héroe de guerra que derrocó a un sistema antimonárquico y extremista y no siendo una auténtica máquina de matar librepensadores e inocentes.
Es muy duro ver cómo en plena crisis y con unos cuantos millones de parados y de familias en números rojos se destinen 6,4 millones de euros en elaborar un trabajo científico, divulgativo y destinado al conocimiento y a la educación conteniendo una verdad maquillada bajo ciertos intereses. La cuestión no se trata de posicionarse y decir que la II República es lo mejor que haya pasado en España o que Franco era autoritario y no totalitario, se trata de impartir veracidad de mostrar pros y contras, causas y consecuencias, victorias y derrotas…
Muchísimas personas viven con la esperanza de poder recuperar una memoria difusa e incluso borrada por el paso del tiempo y por unos intereses de lo más parciales posible. Si se las pisa, se apagará la llama que alumbra la esperanza de poder ver que al fin se hace justicia, y por resistir que no falte. Podrán quitarse de en medio vías para recuperar el pasado pero al igual que con los ideales nunca borrarán de los corazones la búsqueda de verdad, justicia y reparación.
Me han gustado mucho las reflexiones de esta entrada. Saludos.
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