Click en el siguiente enlace para acceder al documento El hombre griego y el hombre romano
Aquellos que vivimos en la llamada cultura occidental nos consideramos herederos de los grandes pueblos mediterráneos de la Antigüedad, de Grecia y Roma, presumiendo de una profunda huella fruto de un legado que cimienta las bases de dicha cultura. Sin embargo, la realidad va mucho más allá pues lo que tenemos es una imagen más bien parcial de dicho pasado, de lo que era ser griego o ser romano y eso nos lleva entre otras cosas a una idealización de lo que fueron realmente, sin considerar por encima de todo la heterogeneidad existente y el testimonio y parcialidad de las fuentes. Además el mundo grecorromano no fue un islote civilizado en medio de un mundo bárbaro, los filósofos griegos y romanos hablaron mucho de la civilización frente a la barbarie y de la esclavitud y otros aspectos y quizás es esa imagen la que se nos ha quedado.
Grecia nunca fue un estado unificado, los griegos se consideraban de una misma cultura, cohesionada sobre todo por su lengua. En primer, lugar que existieran muchas poleis como ciudades-estado independientes es una muestra de heterogeneidad pues cada una era diferente, aunque hubiera también aspectos en común. Además de esta primera distinción a tenor de las poleis está la evolución de éstas a lo largo de los siglos desde el arcaísmo a época helenística y la progresiva transformación de los griegos en general en sus relaciones entre ellos mismos y con el mundo que los rodeaba.
Lo mismo ocurre con Roma, capital de un reino, de la República o del Imperio, es el centro de una civilización que vive una gran transformación en cuanto a su sistema político y en la inmensa extensión que ocupaba a lo largo y ancho del Mediterráneo y más allá de éste, hablando así de factores temporales, políticos, territoriales y culturales debido a todos los pueblos que abarcaba. Y con ello remarcar que con Caracalla la ciudadanía romana se extiende a todo el imperio pese a las diferencias culturales y al grado de “romanización” que se tuviera, todos eran romanos vivieran donde vivieran. Al contrario de los griegos las diferencias étnicas para los romanos no contaban.
Por ello, tanto el hombre griego como el hombre romano se caracterizan por una multiplicidad de factores y diversos puntos de vista según las fuentes. Es difícil hablar de un hombre griego o de un hombre romano igual en el tiempo y en el espacio dada la extensión cronológica y espacial, diversidad cultural, etc. Por lo tanto para este trabajo una de las premisas a tener en cuenta es que el hombre no ha seguido siendo lo que era ni en su modo de ser él mismo ni en sus relaciones con los demás y con el mundo.
Aquellos que vivimos en la llamada cultura occidental nos consideramos herederos de los grandes pueblos mediterráneos de la Antigüedad, de Grecia y Roma, presumiendo de una profunda huella fruto de un legado que cimienta las bases de dicha cultura. Sin embargo, la realidad va mucho más allá pues lo que tenemos es una imagen más bien parcial de dicho pasado, de lo que era ser griego o ser romano y eso nos lleva entre otras cosas a una idealización de lo que fueron realmente, sin considerar por encima de todo la heterogeneidad existente y el testimonio y parcialidad de las fuentes. Además el mundo grecorromano no fue un islote civilizado en medio de un mundo bárbaro, los filósofos griegos y romanos hablaron mucho de la civilización frente a la barbarie y de la esclavitud y otros aspectos y quizás es esa imagen la que se nos ha quedado.
Grecia nunca fue un estado unificado, los griegos se consideraban de una misma cultura, cohesionada sobre todo por su lengua. En primer, lugar que existieran muchas poleis como ciudades-estado independientes es una muestra de heterogeneidad pues cada una era diferente, aunque hubiera también aspectos en común. Además de esta primera distinción a tenor de las poleis está la evolución de éstas a lo largo de los siglos desde el arcaísmo a época helenística y la progresiva transformación de los griegos en general en sus relaciones entre ellos mismos y con el mundo que los rodeaba.
Lo mismo ocurre con Roma, capital de un reino, de la República o del Imperio, es el centro de una civilización que vive una gran transformación en cuanto a su sistema político y en la inmensa extensión que ocupaba a lo largo y ancho del Mediterráneo y más allá de éste, hablando así de factores temporales, políticos, territoriales y culturales debido a todos los pueblos que abarcaba. Y con ello remarcar que con Caracalla la ciudadanía romana se extiende a todo el imperio pese a las diferencias culturales y al grado de “romanización” que se tuviera, todos eran romanos vivieran donde vivieran. Al contrario de los griegos las diferencias étnicas para los romanos no contaban.
Por ello, tanto el hombre griego como el hombre romano se caracterizan por una multiplicidad de factores y diversos puntos de vista según las fuentes. Es difícil hablar de un hombre griego o de un hombre romano igual en el tiempo y en el espacio dada la extensión cronológica y espacial, diversidad cultural, etc. Por lo tanto para este trabajo una de las premisas a tener en cuenta es que el hombre no ha seguido siendo lo que era ni en su modo de ser él mismo ni en sus relaciones con los demás y con el mundo.
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