jueves, 2 de junio de 2011

REEDITANDO HISTORIA

En la actualidad, cada vez son más asiduos los intentos revisionistas acerca de la Historia como ciencia, disciplina científica, académica o como se la pretenda llamar ahora. Erigida como ciencia por emplear un método científico, cojea de objetivismo, se trata de una ciencia en la que encontramos tantas verdades como observadores haya, los historiadores construyen teorías más o menos creíbles a raíz de la investigación de una serie de datos. Si es difícil hallar toda la información acerca de lo que escribimos más difícil es tratar con la poca que tenemos. Ahora se tiende a la llamada Historia Total, lo más libre posible de subjetividad y parcialidad.
De estos intentos por lograr la imparcialidad, mana la tendencia de acabar con aquello de que los vencedores o los poderosos escriban Historia. Nadie duda de quien ha escrito siempre la Historia, aquello que dijo Allende, “la Historia es nuestra la hacen los pueblos”, carece de la certeza que quisiéramos que tuviera por desgracia.
Muchos son los teóricos de la Historia los que coinciden en la pérdida de peso de ésta en la educación, la cultura y en definitiva en el mínimo de conocimientos básicos que debe de conocer la sociedad. E.J. HOBSBAWM, en su Historia del siglo XX comentó lo siguiente:
“La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a los historiadores, cuya tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayor trascendencia que la que han tenido nunca, en estos años finales del segundo milenio.”
Si mezclamos la creciente pérdida de conocimiento histórico con trabajos “objetivos” como el nuevo Diccionario Biográfico español, el resultado nos dará una sociedad dirigida a creer sola y exclusivamente lo que más nuevo se le diga sobre el pasado o sobre cualquier otra cosa. Es muy peligroso jugar con el conocimiento histórico y sobre todo dada su importancia, como aquello que P. Valery dijo de que “la Historia es el arma más peligrosa que la química del intelecto humano haya creado jamás”, y no le faltaba razón. Cuando el sistema educativo falla y las personas otorgan
mayor credibilidad a los medios de información, se cae cae cada vez más en la ignorancia y en el desconocimiento.
Actualmente somos la tercera y la cuarta generación de aquellos que padecieron en sus carnes la Guerra Civil, la segunda generación de los que vivieron el Franquismo y estudiaron en su sistema educativo; la huella es reciente pero si dejamos que se borre sólo quedarán las especulaciones y las mentiras que circulan como falsedades. En el futuro Franco será considerado como autoritario y no totalitario así como un valiente católico y héroe de guerra que derrocó a un sistema antimonárquico y extremista y no siendo una auténtica máquina de matar librepensadores e inocentes.
Es muy duro ver cómo en plena crisis y con unos cuantos millones de parados y de familias en números rojos se destinen 6,4 millones de euros en elaborar un trabajo científico, divulgativo y destinado al conocimiento y a la educación conteniendo una verdad maquillada bajo ciertos intereses. La cuestión no se trata de posicionarse y decir que la II República es lo mejor que haya pasado en España o que Franco era autoritario y no totalitario, se trata de impartir veracidad de mostrar pros y contras, causas y consecuencias, victorias y derrotas…
Muchísimas personas viven con la esperanza de poder recuperar una memoria difusa e incluso borrada por el paso del tiempo y por unos intereses de lo más parciales posible. Si se las pisa, se apagará la llama que alumbra la esperanza de poder ver que al fin se hace justicia, y por resistir que no falte. Podrán quitarse de en medio vías para recuperar el pasado pero al igual que con los ideales nunca borrarán de los corazones la búsqueda de verdad, justicia y reparación.

EL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN

ACERCA DEL AUTOR Y EL CONTEXTO DE LA OBRA
Alexis Henri Charles de Clérel (1805 – 1859), vizconde de Tocqueville, nació en el seno de una familia de monárquicos cercanos a la familia real y que sobrevivieron in extremis a la guillotina durante la época del terror. Éste hecho marcaría su obra mostrándose algo escéptico y contrario a la causa revolucionaria. Fue un gran intelectual en su época, jurista, político, liberal y precursor de la sociología clásica.
Trabajó como magistrado en Versalles hasta que hacia 1831 marchó para Estados Unidos para estudiar su sistema penitenciario. Su estancia allí le influiría profundamente, tanto que realizaría una obra acerca de la política norteamericana así como en una visión diferente y comparativa en sus obras posteriores.
Su obra en general versa sobre el liberalismo, la democracia, el colonialismo y la teoría del Estado en cuanto a los más desfavorecidos y la tendencia de las sociedades actuales hacia la igualdad de condiciones entre las personas. Dicha tendencia viene ya del pasado y ella se refleja en la oposición entre lo aristocrático y lo democrático o igualitario, siendo éste uno de los temas claramente visibles en esta obra, El Antiguo Régimen y la Revolución. En dicha obra emplea un método novedoso de análisis y construcción de información a partir de datos tendiendo siempre hacia construcciones generales, exagerando unos rasgos para entender la realidad, algo que posteriormente hará Max Weber.
El contexto político, económico y social del que mana esta obra es el de la Francia de mediados del siglo XIX, en pleno proceso revolucionario habiendo expulsado del trono a Luis Felipe de Orleans y proclamando la II República. Tocqueville se opuso a este cambio y quizás fuese la atmósfera revolucionaria que envolvía a Francia por aquellos momentos la que le incitó a escribir esta obra desmitificando a la revolución y a sus supuestos logros de los que decían disfrutar tras ella.
Contemporáneo también al surgimiento del socialismo, realiza una suerte de crítica constructiva hacia éste postulando que antes de susodicha revolución había ya teorías similares como es el caso de Quesnay. Otras obras de Tocqueville son Del sistema penitenciario en los Estados Unidos y de su aplicación en Francia (1833), Quince días en el desierto (1840), De la Democracia en América (II vol. 1835-1840), El Antiguo Régimen y la Revolución (1856). El presente libro dada la fecha en que lo escribió y su muerte tres años después quedó inacabado, ya en el último capítulo dejaba dicho que quizás lo completara dentro de poco tratando a lo que era la Revolución en sí y estudiando y juzgando la sociedad surgida de ella.

EL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN
En la presente obra, Tocqueville hace un estudio histórico y sociológico comparado de la sociedad francesa pre y pos revolucionaria, por lo que analiza el antes y el después para evidenciar hasta qué punto se habla de ruptura o en caso contrario de continuidad. En el prólogo realiza una completa introducción acerca de lo que pretende mostrar en su obra, sus motivos, procedimientos, fuentes consultadas, método, etc. Al final del libro ofrece una lista selecta de las fuentes para él más significativas donde las menciona y comenta más de una vez.
La peculiaridad de esta obra reside en la visión que ofrece acerca de la Revolución Francesa de 1789 porque no la ve como una ruptura con lo anterior, sino como la continuidad de un proceso que comenzó hacía ya tiempo. Por ello va más allá del proceso revolucionario y lo analiza de una forma más amplia desde el contexto anterior y el posterior así como toda la causística que lo envuelve y siempre de forma comparativa y analítica. Sus fuentes, su vivencias en el seno de la misma sociedad francesa y la actualidad política de la Francia de mediados de siglo XIX le hará evidenciarlo, sin embargo no se olvida de recalcar que se trata de una evidencia no palpable a los ojos de muchos.
“La Revolución ha tenido dos fases muy distintas: una primera en la que los franceses parecían querer abolirlo todo, todo el pasado; una segunda con la que retomarían parte de lo que habían abandonado.” La primera evidencia que le hace probar tal cosa es la fuerte centralización administrativa, según él, el nexo de unión a partir del cual se comenzarán a articular estructuras instituciones, valores, etc. En el resto de la obra habla también de la libertad individual y colectiva así como de la propiedad, la Democracia, instituciones, política…
La obra en su conjunto versa principalmente acerca de tres aspectos interrelacionados e inducidos uno tras otro. En primer lugar plantea todo lo que es la causística del proceso revolucionario como por qué en Francia y no en otro lugar enlazándolo con el proceso de centralización y con ello planteando todo aquello de la retracción de la libertad política y de la creciente desigualdad entre los hombres.
LIBRO I
En el Libro I analiza la Revolución en cuanto a sus características objetivas, consecuencias inmediatas y repercusiones internacionales respecto al revuelo de opiniones diversas y valoraciones a las que se dio lugar.
Fruto de la lectura de documentos y fuentes de información y obras contemporáneas a la Revolución aprecia que nadie se esperaba que fuese a suceder aquello que aconteció en esa Francia absolutista de finales del siglo XVIII y el rotundo giro de acontecimientos que se produjeron en años posteriores. Se trata de algo que ocurrió de forma repentina pero que para nada estuvo descontrolado en ningún momento, por unos u otros siempre apuntaba hacia una dirección. La repercusión internacional fue diversa dada la inesperada noticia y frente a las críticas de Burke, parafrasea a Mirabeau en una carta al rey Luis XVI diciendo que después de todo tampoco iba a ir tan mal para la monarquía cuando la inmensa mayoría de la Asamblea Nacional la apoyaba.
Por otro lado compara el proceso revolucionario con una revolución religiosa por considerar al hombre en abstracto, hablando del ser humano en general en cuanto a derechos, deberes y libertades. Además tendía hacia la regeneración del género humano y a la propaganda y difusión de los logros y libertades conseguidas como si de una fe se tratase.
Siguiendo con las comparaciones, deja abierta la pregunta de cómo pudo suceder en Francia y no en cualquier otro lugar como en Alemania por ejemplo cuando se pasaba por la misma situación e incluso más dura, respondiendo a lo largo de varios capítulos posteriores y acabando el primer libro planteando los objetivos y logros de la Revolución para pasar luego al análisis contextual y comparativo del proceso. El objetivo fue cambiar un gobierno antiguo y más aún abolir la forma antigua de sociedad atacando al poder, renovar y borrar tradiciones, eliminar las ideas de respeto y obediencia hacia los que tradicionalmente estaban por encima… A cambio consolidaron un poder central fuerte que ha atraído todas las parcelas de poder. Se trata por ello de una Revolución social y política que para nada ha tendido a perpetuar el desorden ni metodizar la anarquía, como decía Burke. Más bien pretendía acrecentar el poder y los derechos de la autoridad pública. Para ello abolió las instituciones políticas que durante mucho tiempo monopolizaba el poder, sustituyéndola por un orden social y político más uniforme y simple.
LIBRO II
En el Libro II se centra en los hechos antiguos y generales que prepararon la Revolución haciendo un recorrido desde la época de Luis XIV e incluso Enrique IV en cuanto al proceso de centralización, burocratización y nueva administración de aquel sistema monárquico que abolió la Revolución.
La Revolución Francesa se produjo allí donde el yugo del feudalismo era menos pesado, el campesino de hecho había comenzado a ser pequeño propietario y “el señor no fue más que otro vecino de la comunidad”. Sin embargo si el campesino hubiera seguido administrado por su señor, los derechos feudales le hubiesen parecido más soportables que las nuevas cargas dado que el orden feudal estamental permanecía pese a los nuevos cambios. Uno de estos cambios cada vez más marcados y al que Tocqueville presta mayor atención es a la centralización, que sobrevivió a la Revolución por ser una institución graduable al nuevo estado que se pretendía crear.
La centralización surgió del proceso de consolidación del absolutismo en aras de un mayor dominio del estado en su conjunto, y sobre todo en una Francia donde gran parte del territorio eran países de estados y no estados reales, se quería proceder a una unificación en cuanto al dominio del territorio y refuerzo de la figura del monarca. El autor menciona en cuanto a dicho proceso las instituciones y cargos que la consolidaron como el consejo de gobierno formado siempre a dedo por personas de confianza del rey, un interventor general para los asuntos internos y a nivel territorial una serie de cargos como intendentes, subdelegados, gobernadores, parroquias, etc. Se trata de organismos y puestos controlados por el rey y a los que otorga una serie de poderes y competencias diversas acerca del territorio del que se encargan. Además destaca que el gobierno central era el único encargado a merced de sus agentes de velar por la seguridad y mantener el orden público en tales provincias porque llegó el momento en el que los señores feudales y otros con poderes territoriales se desentendían porque todos sus derechos iban acompañados por deberes.
Así llegó también a ejercer cierta tutela sobre el pueblo y sobre las ciudades y aldeas. En primer lugar pretendía fomentar el trabajo y la manera de enriquecerse y generar riquezas para el estado y por otro se cambiaba la libertad de las ciudades por su bienestar por la venta de cargos, constituciones de asambleas, consejos y colocación de servidores directos del rey y todo para someter no sólo a las personas sino a los poderes locales al gobierno central y así controlar éste todos los asuntos de las ciudades desde los de menor interés a los que más hasta el punto de que antes de la Revolución no había ciudad burgo, pueblo, aldea, hospital, fábrica, etc. con voluntad independiente para sus asuntos particulares. Y lo mismo ocurre con la justicia y el poder militar, el estado lo que tendía era a establecer y consolidar su aparato coercitivo, a tener el llamado monopolio de la violencia.
El proceso de centralización sin embrago no se implantó sin trabas, el poder judicial puso obstáculos, pero por otra parte apenas encontró oposición en otros aspectos dado que uno de los nuevos primeros agentes del gobierno, el intendente, se fue haciendo con más poder y competencias dada la rivalidad, egoísmo y vicios de los agentes ya existentes. Tocqueville apunta a este proceso como el inicio de la Revolución misma al ir suplantando el poder de la aristocracia por otro manado del Tercer Estado en la figura de burgueses y hasta tal punto que la aristocracia llegó a desentenderse y no querer formar parte de ello y los burgueses con el tiempo formaron una especie de clase con su espíritu peculiar, tradiciones, virtudes, honor y orgullo propio.
Insistiendo con el proceso de centralización y todo lo que lo rodeaba destaca la preponderancia de París como capital de Francia dada la naturaleza del gobierno y según Tocqueville de las ambiciones del rey por controlar a una ciudad que crecía por momentos y en la que residía el temor a que llegase a hacerse incontrolable. De un control cada vez mayor por parte del rey sobre París llegaría también la preponderancia de ésta en el exterior.
Una de las teorías de Tocqueville, no en esta obra sino en su producción literaria es la tendencia de los hombres hacia la igualdad, en este libro y con la Revolución francesa como telón de fondo no iba a ser menos y dedica varios capítulos a ello. Dice que aquellos hombres de estratos medios y altos, los que se hacen ver, poseían semejanzas entre sí y que sin embargo existían diversas barreras que dividían a la sociedad en diversas partes y dentro de cada una residía una especie de sociedad particular e independiente, ocupada de ella misma. Como ejemplo de todo esto muestra las lecturas de los Cahiers de Doléances de 1789 en los que sólo había diferencia en los intereses de cada uno. Habla también de la decadencia de la nobleza y cómo desde la Edad Media los campesinos se han relacionado con los gentilhombres, la nobleza, para el manejo de los mismos asuntos. Lo mismo ocurre cuando nobles y burgueses se alían en las ciudades por la defensa de sus propios intereses, en el repudio a los impuestos. Tanto es así que constantemente los privilegiados se esfuerzan por marcar las distancias para no dejarse confundir con la masa y semejante cosa ocurría con la burguesía siempre queriendo asemejarse a la nobleza y de hecho había un gran porcentaje de ésta exentos de impuestos. En conclusión plantea que “cada uno se mantenía en su posición particular sólo porque otros se particularizaban por la condición; pero estaban todos listos para confundirse en la misma masa, siempre y cuando nadie tuviese nada de especial y no sobrepasase el nivel común.” Por ello, una de las enfermedades del Antiguo Régimen fue la supresión de la libertad política y la separación de las clases. El rey sabía desde el principio que la nobleza podía actuar de contrapoder y por ello procuraba mantener sus privilegios en la medida de lo posible, sin embargo anualmente las desigualdades en materias de impuestos por ejemplo separaban aún más las clases y aislaba cada vez más a los hombres y muy pocas personas, organismos e instituciones eran absueltas de estas imposiciones anuales a cambio de estar siempre a disposición de hacer préstamos y aportar ayudas de todo tipo al rey.
Con las libertades políticas y de asociación pasa lo mismo, en los gremios por ejemplo donde se reunían hombres de una misma profesión con tal de vincularse, establecerse entre ellos un gobierno libre y asistirse, al final debían rendir cuentas al Estado de una forma u otra y con las ciudades igual.
Es por todo ello por lo que la división de la sociedad acabó siendo el estrangulamiento de la realeza porque cuando ni tan siquiera aquellos ricos económica e intelectualmente no se entendían ni entre ellos ni cooperar con el gobierno resultaba imposible que el país se administrara por sí mismo. Esto mismo evidenciaría Turgot diciendo que la nación era una mezcolanza de diferentes órdenes mal unidos y de un pueblo cuyos miembros no tienen más que unos pocos lazos entre sí.
Sin embargo, después de todo había algo de libertad, una libertad de la que es difícil hacerse una idea. Por ejemplo muchos de los privilegios, prejuicios, y demás que se oponían al establecimiento de una libertad regular y benefactora, mantenían en un gran número de súbditos el espíritu de independencia y les predisponía a plantar cara a los abusos de la autoridad. Además la Iglesia, pese al pretendido control por parte del rey, mantenía ciertas libertades; y en el caso de los tribunales ordinarios y de las asambleas era el temor del monarca hacia ellos.
LIBRO III
Aquí se centra en los hechos particulares y más recientes que llegaron a determinar los caracteres de la Revolución. Comienza haciendo alusión a cómo los intelectuales acabaron siendo los principales personajes políticos dada la aversión por lo antiguo y dejándose llevar por la idea de reconstruir la sociedad de su tiempo siguiendo un nuevo camino trazado por la razón. Ello fue posible porque pese a todo se conservaba la libertad de filosofar sin coacción acerca del origen de las sociedades, sobre la naturaleza esencial de los gobiernos y sobre los derechos primordiales del género humano.
La irreligión se propagó a lo largo del siglo XVIII por la sociedad y tuvo una influencia capital, pero a simple vista no había motivos para atacar a la Iglesia en Francia más que en cualquier otra parte. Los reyes por su parte no permitían que se tocase a la Iglesia pero “consentían desde la lejanía que se la acribillase a flechazos”. Toda esta oposición a la Iglesia reside en el obstáculo que constituía ésta para aquéllos que querían hacer prevalecer el gobierno civil y ésta estaba anclada en la tradición y en el respeto al pasado, algo que cada vez más se estaba aborreciendo.
Por otra parte, la idea y el amor por la libertad pública propiamente dicha fueron los últimos en presentarse y los primeros en desaparecer. Todo comienza desde la literatura porque previamente a la Revolución la totalidad de reformas sociales y administrativas se había planteado y de hecho creían suplir con la ayuda de dicha literatura todas las garantías políticas. Las nuevas pretensiones de igualdad, uniformidad de las reglas, libertad etc. chocaban con la tradición y por ello se idea a una sociedad sin más aristocracia que la de los funcionarios públicos, una administración única y todopoderosa directora del Estado, de un Estado ya confundido con la figura del rey.
Por último recalca cómo fue en el reinado de Luis XVI cuando prosperaba la monarquía y además cuando se quiso aliviar al pueblo hastiado de tantos factores en su contra y precariedades, cuando se le quiso escuchar, se alzó en contra de todo. Además habla de cómo se produjo una revolución administrativa previamente a la Revolución.

VALORACIÓN ACERCA DE LA OBRA
Tocqueville nos presenta en ésta una excelente obra de investigación acerca de un estudio histórico y social de un hecho tan relevante como fue la Revolución Francesa de 1789 y además con la particularidad de plantear la continuidad de un proceso según él iniciado antes de la Revolución, cuestionando la cuestión de la ruptura y hablando desde la generación de los hijos de aquellos que vivieron la Revolución, en su caso con unos padres que sobrevivieron a la guillotina, algo que sin duda lo marcaría.
De Tocqueville destacaría su capacidad analítica y su afán divulgativo y capacidad de explicación. En el prólogo hacía un excelente resumen de cómo había escrito tal obra, la información consultada y los diferentes puntos que de los que iría hablando. Sin embargo lo que más valoro son las notas, que según él coloca al final de la obra para no hacerla tan tediosa. En éstas presenta comentarios, referencias, valoraciones y explicaciones tanto de las principales fuentes tomadas como de parte del contenido de la obra que quería reforzar con tales anotaciones. Es en estas notas donde apreciamos lo que fue el Antiguo Régimen ya que en lo que es la obra en sí contiene las interpretaciones y tesis de Tocqueville, pero en estas notas donde en algunas ofrece información de primera mano, en otras simplemente las comenta o las valora y vemos la forma de trabajo del autor y cómo ha ido interpretando unos hechos u otros.
Por otro lado, lo que criticaría de Tocqueville es su marcada parcialidad. No se trata de culparlo sino de valorar cómo pertenecer a una familia que padeció en sus carnes la Revolución le ha marcado tanto, hasta el punto de mostrarse escéptico de dicha Revolución como aprecia claramente en esta obra e incluso repudiar la Revolución de 1848 que viviría y con la que vería caer a la monarquía para implantar una República, esquema similar a la de 1789. Quizás en esa obra lo que pretendía hacer era desmantelar ese halo victorioso y magnífico de la causa revolucionaria acabando con supuestos fantasmas y valoraciones de todo tipo, mostrando en su lugar cómo se acabó con un sistema para llegar a construir otro semejante.
En cuanto al inductivismo que emplea como método en numerosas ocasiones generalizando hechos, no quisiera hacer mucho hincapié ya que se trata de una obra que versa mucho sobre sociología y supongo que se trata de una tendencia frecuente y más en aquella época, pero me gustaría recalcar que quizás haya exagerado en varias ocasiones debido a su tendencia a generalizar.