Hace unos días supe por casualidad de la existencia de cierto libro, un libro sencillo pero a la vez cargado de contenido crítico y analítico. Ya antes había oído hablar de él, pero no me interesé porque le daba poca importancia. El libro al que me estoy refiriendo es La Historia después del fin de la Historia, de Josep Fontana (Barcelona: Crítica, 1992).
Más o menos, por hacer una aproximación y explicarlo de forma escueta, sabía de antemano lo que encerraba la expresión el “fin de la historia”, publicado por Francis Fukuyama en el verano de 1989 en The National Interest. Os preguntaréis ahora qué tiene que ver este artículo o porqué su importancia y es que si nos fijamos en el año recordamos la caída del muro de Berlín así como el desmembramiento y posterior derrumbe de la URSS y de toda una corriente política basada en un pensamiento filosófico, claro que a esas alturas ya demasiado tergiversado, que hablaba de la Historia como una lucha continua, un debate dialéctico cuyo producto, la síntesis, simbolizaba el cambio, el progreso, el no estancamiento. Sin embargo este concepto, según Fontana hará más referencia a Hegel, quien ya antes había utilizado la dialéctica en su visión histórica, “toda la sangre y el dolor, la pobreza y las guerras son el precio necesario a pagar para lograr la libertad de la humanidad”, pero sobretodo en su obra Filosofía del Derecho cuando contempla “el mundo germánico y las instituciones que comprende el estado moderno europeo como el fin de la historia”.
Pese a todo esto, no es éste el camino que quiere seguir el autor pues el punto de partida del libro es no confundir Historia con ciencia histórica. Su objetivo es analizar qué ha pasado después del fin, del fracaso del marxismo doctrinario. Es entonces cuando distingue entre marxismo como la fortma escolástica y marxiano como el pensamiento personal de Marx. A partir de este punto abarca dos aspectos fundamentalmente, el cientifismo y la falta de globalidad.
Sería muy pesado ponerme a hablar ahora del libro y analizarlo, pues ese no es el cometido del presente texto. La cuestión es ahora Historia y ciencia histórica, dos conceptos que hay que diferenciar y explicar uno a uno de manera que quede una línea divisoria bien delimitada y una idea que halle hueco en nuestras mentes sobre la importancia de cada una.
La Historia es todo lo que nos rodea, es un edificio en construcción continua en la que desde los cimientos hasta la última planta están conectadas y no podrían existir una sin la otra. Los hechos del pasado son los que nos han hecho ser lo que somos, los que nos han hecho aprender, lamentablemente no en algunos casos, los que nos han hecho levantarnos y seguir adelante en momentos malos sabiendo que hubo momentos peores de los que se salió. Se desprecia la Historia y es uno de los tesoros más valiosos que se nos otorga al nacer y crecer y aprender con ello formándose sabiendo de los errores del pasado. Historia no es sólo lo que pasó en el 475 d.C., en 1492, en Waterloo o en la Europa de Entreguerras, la Historia está presente en todo acto acaecido en el pasado y en el presente, somos seres históricos. Hans George Gadamer hablaba de “conciencia histórica”, porque somos conscientes de que somos seres históricos, de que formamos parte de la Historia y contribuimos a ella, de que sucedemos aquí en este momento y de tal forma y no de otra. La Historia no tiene fin, no ha habido ni habrá ninguna fuerza capaz de derribarla ni aún cuando acabe el mundo porque hasta ese simple acto será histórico.
Además no se trata solo de historia de la vida humana, pues mucho antes mientras la morfología continental no estaba aún formada y correteaban los dinosaurios por una superficie terrestre que se iba dividiendo o mucho antes cuando la Tierra era solo mar porque eso atañe al presente al porqué de los continentes y su forma, de los accidentes geográficos y, en resumen, al entorno que rodea al ser humano y que le ha hecho progresar de una forma u otra. No se trata de determinismo geográfico pero sí de matización, pues las personas han sabido responder de igual forma ante los impedimentos que el medio les ha impuesto pero siempre en función de lo que allí encontrasen, esto es, el paso a la domesticación de animales y plantas se produjo en diversos lugares con un esquema semejante y en distintas épocas, pero no con las mismas especies.
Junto a todo esto es digno de mención el papel de la Historia en otras disciplinas, se le resta importancia, pero hay Historia de la arquitectura, Historia de la economía, Historia de la medicina o incluso Historia natural. Además es preciso destacar la función social que juega la Historia en las naciones, pues es el fundamento principal de su ser junto con la lengua y otros elementos culturales como las creencias y el folclore. Lo primero que reclama una nación es una historia propia con la que se ha ido caracterizando, y esto es importantísimo y apenas se aprecia, pero fíjense cómo una sociedad u otra se fundamentan en un pasado que quieren hacer ver cercano, como el Franquismo con la España de los Reyes Católicos y sus sucesores los primeros Habsburgo.
Otro aspecto que no debemos olvidar es la “distancia histórica” de la que habla David J. Lowenthal en su libro El pasado es un país extraño, semejante a lo que se ha dicho anteriormente sobre el aprecio al pasado, la cercanía o lejanía que se quiere guardar con unos hechos u otros ya no sólo en los acontecimientos, sino en los edificios y obras literarias, pictóricas o escultóricas, como aquello de la Edad de Oro de las artes en España.
Mis palabras sonarán algo románticas, pero son las de un apasionado, orgulloso de portar a sus espaldas un pasado que le ayuda a elaborar un mañana que se avecina difícil y dudoso, incierto y posiblemente sorprendente, pero que pese a todo portaré como mi mejor herramienta para que mi esfuerzo y el de muchos ayude a construir un mañana mejor, porque al menos eso espero.
En cuanto a ciencia histórica, que es en lo que se centra el libro con el que abro este texto, ésta si que está en peligro de extinción, si se me permie la expresión. La ciencia histórica, como ciencia social perteneciente al campo de las Humanidades se deteriora por momentos al igual que otras ciencias de su campo. J. Derrida en su libro Universidad sin condición, menciona la decadencia de las Humanidades debido a la falta de utilidad que le dan en favor de las llamadas ciencias duras y de cómo poco a poco se aprecia cierta tendencia a ir reduciéndolas, como en Estados Unidos donde una misma carrera universitaria agrupa a varias disciplinas como Historia, Geografía, Literatura, Filosofía, etc. O incluso en algunas universidades españolas ahora con Grado de Humanidades o Grado conjunto de Geografía e Historia.
Además de este desprestigio que por desgracia están obteniendo, Josep Fontana habla de problemas internos como la tendencia al cientificismo y falta de globalidad. La falta de globalidad se debe a la historiografía, a la epistemología, a la multitud de tendencias con métodos y técnicas propios, así como diversas teorías cuyos defensores en ocasiones mantienen una lucha encarnizada entre ellos. Falta globalidad porque falta conjunción, falta una idea común sobre algo que es común, es decir, un hecho pasado que es evidente, que ha sucedido, llega a interpretarse de una perspectiva u otra llegando a veces a tergiversarse demasiado. Además está la tendencia a la fragmentación y a la especifidad, pues la compartimentación hace que haya menos visión de conjunto, menos visión global, algo contrario a la idea de Historia pues como se dijo, los hechos pasados nos determinan: somos lo que somos gracias a lo que hemos sido.
Es una lástima ver tal deterioro de una ciencia tan hermosa y tan precisa y más cuando se ríen por llamarla ciencia. Lo que falta es el esfuerzo conjunto de todos los apasionados por ella, seguir escribiendo la Historia y restaurar su valor. La cuestión es hacer que la gente mire al pasado y se sienta orgullosa de todos los que han luchado, de todos los que a base de sangre, sudor y lágrimas han conseguido que hoy vivamos en una sociedad más justa y libre, falta de ajustes y renovaciones pero mirando hacia un futuro mejor teniendo en cuenta simpre los hechos pasados para no cometer los mismos errores.